Apocalipsis 21:4
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”
Hace unos años decidimos con Fer tener un conejo, lamentablemente murió al mes, de chiquito. Los dos nos sentimos muy mal. Recuerdo que oré y le dije al Señor que estaba muy triste por el asunto y que me gustaría si fuese posible en otro momento tener otro.
Unas semanas después, cerca de mi cumpleaños (justo una semana antes), el Señor contestó mi petición y mi hermana me dijo que una amiga estaba dando en adopción su conejo porque se iba a vivir a otro lado. Dos días antes de mi cumple ya tenía el conejo ese en casa.
El Señor enjuaga toda lágrima y se preocupa de las cosas más pequeñas, pero que para nosotros no lo son.
Algún día ya no habrá más muerte: yo he tenido personas que partieron de este mundo, sé lo que es sufrir eso también y lo he sufrido en varias ocasiones. Pero el Señor me promete que él venció la muerte y la entregará al abismo al final, y todo será hecho nuevo.
En este sentido, con estas cosas yo veo como el Señor incluso en mi vida me muestra un destello de esa gracia final que todos esperamos.