Publicado: Jul 17, 2025

Reflexión poética: El fin de una vida

Por Vero

El fin de una vida

Cuando la vida llega a su fin,
el cuerpo queda a merced del paso del tiempo.
Se degrada lentamente,
y aun la ropa que llevábamos empieza también a desgastarse.

Y, sin embargo, permanecen testigos de nuestra existencia.

Testigos físicos, presentes en vida,
que prueban que, alguna vez,
estuvimos aquí.

Si tuviéramos que demostrar con documentos la existencia de nuestros tatarabuelos,
la tarea sería difícil.
Pero en los hogares guardamos fotos, recuerdos,
experiencias contadas de generación en generación,
objetos que alguna vez llevaron puestos,
algunos incluso que fueron heredados.

Así, cuando la vida se va,
todavía quedan rastros:
testigos de que estuvimos.
Testigos físicos,
y visibles.

¿Y cómo se aplica esto al Señor?

Las obras de sus manos anuncian su gloria.
Dios permitió que ciertos elementos naturales perduren más allá de la vida humana.
Algunos sobreviven miles de años:
vasijas, monedas y torres,
túnicas y papiros.
Y algunos, increíblemente,
en buen estado.

Los objetos narran una historia.
Dan testimonio de Dios.
Son testigos silenciosos de su obrar,
de su obrar en el mundo.

Que cada piedra, cada objeto,
siga siendo testimonio silencioso de su presencia por los siglos de los siglos.
Que revelen su pacto eterno.
Que den testimonio de que su Palabra es verdad.
De que Jesús es el camino, y es la Verdad,
a pesar de nuestra corta existencia.

Y que nosotros, testigos suyos,
testifiquemos.
Testifiquemos de la obra del Señor:
de sus pasos,
de su vida,
de su muerte,
de su resurrección,
de su reinado,
de su regreso.